Cursaba cualquier año, alguno de los doce meses
y un día cualquiera, pero ya hoy el tiempo que importa. Importa solo el hombre,
el gran hombre y mejor ser humano que nos dejó tantas historias, tantas
enseñanzas, tantos recuerdos a su vez una enorme estela de pescadores entre
otros a mí.
Dejo este virtuoso señor también en su haber,
la fundación de varios clubes sociales, de pesca y caza (Club La Piragua, Los
Viringos del cual consiguió su sede en la carrera 49 entre calles 50 y 49 y Los Mentirosos, también consiguió un enorme
lote para la sede del club en Los Fundadores, parte baja, fue cofundador del Club
Caza y Pesca Sevilla. Además fue cofundador de la sociedad San Vicente de Paul,
con un grupo de ciudadanos de nuestro municipio), seguramente muchos lo
recuerdan, ese hombre era don Miguel Ángel
Cardona (Radio Miguel). En su haber también se encuentra una academia de
baile, donde enseñaba a los sevillanos a bailar tango, milonga y vals (academia
de baile “El Danubio Azul”)
Miguel creo con el señor Darío Duque “Antena” la
emisora Radio Barranco, este par de caballeros le botaron corriente durante un
largo tiempo a la creación de una emisora y realmente fabricaron una
emisora casera (por esas antiguas
calendas no existía la tecnología de hoy), con algunos radios de tubos lograron
invertir el proceso de recepción de ondas hertzianas y unas antenas hechizas,
lo lograron. Ahora quedaba inaugurarla, entonces vino la planificación, era
para un domingo, trasmitirían un partido de futbol en las horas de la mañana
porque en la tarde no los dejaron, instalaron los equipos al lado de Doña
Josefina, vienen las primeras emisiones de prueba, allí existieron unos
pequeñitos errores, se escuchaba con mucha intermitencia solo por los
alrededores de la cancha del Santander, bueno esta semana los corregimos, ahora
hay que trasmitir, pues la trasmisión se escuchaba a medias, las odas iban y venían
pero no importa, cuando estaban en lo mejor de la narración, llego don Oscar
Salazar Jaramillo con algunos policías, y claro aquí están los que me opacaron
y me sacaron del aire a Radio Sevilla, luego apagan la emisora y risas entre
unos y otros.
Tratare de ser lo más preciso a sus diferentes
vivencias relatadas por algunos de sus hijos y de algunos amigos que vivieron
esas aventuras de pesca, además de algunas que viví personalmente con él.
Fue así como un día del cual no recuerdo ni mes
ni año, llego “Radio” a mi casa; vamos de pesca dijo, tengo lombrices, el gato
y el equipo, con esta insinuación, reuní algunos compañeros de trabajo, ellos
también mantenían los equipos de pesca listos en cualquier momento. Partimos no
sin antes hacer las consabidas compras, algo de comida, cervecita y una o dos
botellitas de aguardiente para mitigar el frio de la noche.
Y nos fuimos de pesca
I.
Llegamos al sitio de pesca casi al anochecer,
instalamos carpas, armamos equipo y nos reunimos a comer algo y tomar unos guaritos
antes de emprender la persecución a muerte contra tilapias y sabaletas que por
allí abundaban, serían algo así como las nueve de la noche y dije bueno vinimos
a pescar o a beber, a lo cual en coro respondieron a pescar, estábamos
levantándonos con mucha pereza cuando el viejo “Radio” grito miren, miren se está
cayendo el cielo y empezó de noche, ahí viene una estrella, efectivamente
miramos hacia el cielo y allí venia iluminando todo a su paso, serian la nueve
y cinco minutos cuando paso sobre nuestras cabezas efectivamente, iluminando
todo, por unos segundos pensamos que había amanecido a esa hora, una enorme
roca venida de los confines del sistema solar, la vimos alejar y todo volvió a
quedar a oscuras, “Radio” volvió a reaccionar y dijo corramos que cayo allí
detrás de esa colina y como movidos quien sabe por quién empezamos a correr,
uno de todos quedo enredado en un alambrado pero no le pusimos cuidado
continuamos corriendo hacia el viajero celestial, cuando llegamos a la colina,
no vimos nada, todo era oscuridad, sudorosos y cansados nos devolvimos hasta
donde estaba la fogata, cuando casi llegábamos vimos que algo se movía en el
suelo, cuando alumbramos era nuestro compañero que no había podido desenredarse
del alambre, risas y carcajadas, el pobre quedo lacerado y sangroso, nada que
no se calme con un traguito. Llegamos a la fogata y allí a la luz miramos que
estábamos cagados los pantalones y camisas, era estiércol de ganado.
A los dos días que regresamos a nuestras casas
nos dimos cuenta que había caído un meteorito por los lados de Nueva Zelanda,
risas, risas y más risas y la burla de mi familia, amigos y compañeros de
trabajo cuando les conté este suceso.
Duendes y hadas
II.
Otro día, un veraniego viernes creo, le dije “Radio”,
vamos a pescar, el hombre mantenía disponible, no tenía ni fecha ni hora para
salir a pescar, bueno arme otro combito creo éramos unos ocho o diez, y nos
fuimos de pesca, sitio Los Encuentros otra vez, esta vez más cerca al rio en
una enorme curva escondida por un tupido guadual pero tenía también una muy
buena playa que también le hacía curva al río, nosotros armamos carpas donde
empezaba el guadual, esta vez estábamos totalmente sobrios, y seis de la tarde
empezó la pesca, unos rio arriba, otros rio abajo, hora de encuentro en la
fogata, una de la mañana, así transcurrieron las horas, yo logre sacar unos
huevitos de sabaleta y una que otra tilapia, muy buenas para darles un buen
baño en una sartén. Una de la mañana y empezó a llegar la pequeña tropilla de
pescadores, nos reunimos a hablar y a medir la pesca pero como siempre a alguno
se le pego un pez tan monstruoso que le reventó el anzuelo, otro saco uno del
grande del callo de pescador y así transcurrieron hora y media, se acabó la
guachafita vamos a dormir dijo alguien a lo cual mecánicamente le hicimos caso.
No había transcurrido una hora cuando sentimos que al otro lado del charco o
sea a la vuelta de donde estábamos, había llegado un paseo, sentimos muchos
niños que reían y gritaban, medio adormilado pensé que frio esos niños
bañándose a esta hora, de pronto caí en cuenta uyy juemadre esto no puede ser, empecé
a llamar a todo el mundo pero todos ya habían despertado y estaban como
hipnotizados, silencio total nadie decía nada, nadie se movió de su sitio y esperamos que
amaneciera, cuando ya la oscuridad desaparecía y daba paso a algunos rayos de
luz, así mismo las voces y risas de los niños se fueron esfumando,
envalentonados, salimos a ver el paseo con tal sorpresa que no había nadie,
solamente en la negra arena habían marcas de unos o pequeños piececitos, increíble, que era esto, quien nos visitó
anoche, duendes, hadas, nunca nos pudimos dar cuenta, hoy que escribo estas
notas aun no encuentro una explicación.
Brujas al acecho
III.
En cada pesca siempre había un cuento, una
historia o una vivencia, historias o
vivencias de esas que lo ponen a pensar en las cosas extrasensoriales.
Es así como un domingo de esos que se dedica
uno a ver películas alrededor de la familia, la placidez de mi descanso
dominical fue interrumpido en las horas de la tarde por el padre de mi esposa
“Radio Miguel”, vengo a hacerle una invitación, vamos a pescar por acá cerca, a
la paila mocha, vamos Cesar Ramírez, usted y yo; bueno le dije con algo de
pereza pero vamos, esta pesca casi como siempre era de noche, pues nos fuimos y
metimos al río a pescar, las horas pasaron sin darnos cuenta, ya de regreso nos
vinimos bordeando el río y por alguna razón le empezamos a dar vuelta a un solo
sector, ocurrió así bajábamos hasta una playita, subíamos y de pronto volvíamos
a visualizar el caserío de La Paila muy cerca de donde nosotros estábamos,
volvíamos a bajar por el mismo sendero, volvíamos a subir y allí cerca estaba
otra vez el caserío de La Paila, así
seguimos alrededor de dos a tres horas, “Radio” se detuvo, esperen esto es una
bruja que nos tiene envolatados, hagamos las cosas despacio y observando cada lugar, cada rincón
o cada árbol; volvimos a otra ronda, de pronto en la hondonada al borde del
camino se elevaba un enorme tronco del
cual pendían unos gruesos chamizos, habíamos pasado muchas veces por allí,
apenas caíamos en cuenta, nos detuvimos y al mirar hacia arriba los tres
quedamos petrificados, allí estaba, era enorme, nunca sentí tanto miedo, el
viejo empezó a insultarla, a maldecirla hasta que emprendió su vuelo no sin
antes cagarse casi encima de nosotros y dejarnos un olor fétido, era una bruja
o tal vez el maligno que nos quiso hacer una mala jugada, yo sentí que todo mi
cabello se erizaba no sin antes pensar y prometerme a mí mismo que jamás volvería
a pescar de noche, luego del susto volvimos a subir y allí a pocos metros
estaba el caserío de La Paila al cual llegamos en muy pocos minutos.
El peso de las botas
IV.
Al viejo “Radio” le encantaba pescar en la
tierra fría, Roncesvalles, El Tibi, porque allá encontraba sus mejores trofeos
de pesca, la trucha arco-iris tamañudas como nos contaba, el caminar por allí
era muy difícil, mucha cascada, charcos hondos, enormes piedras con mucha lama
por lo tanto demasiado lisas, las caídas estaban al orden del día, los
chapuzones en estas gélidas aguas eran frecuentes, y pasar el día mojados y
cuatro o cinco caídas en el día era muy normal, llegaba mojado, enfermo y con
hambre. Una de sus hijas que vivía el extranjero vio unas botas de pescador de
esas que llegan a la cintura y además tiene un calzón de caucho pegadas a
ellas, pues se las envió, las cuales se demoraron varios meses, mientras el muy
orondo y orgulloso preparaba una nueva pesca a El Tibi, llego el anhelado día y
partieron, a su llegada el hombre destapo su regalo y se calzo las botas y a
pescar se dijo, al avanzar unos pocos metros, se para sobre una lamosa roca y
chumbulum, hombre al agua, cuando logra salir se encuentra enredado en nailon y
un anzuelo que se clava en uno de sus
dedos, pero bueno, se incorpora y casi no puede caminar porque sus hermosas
botas estaban llenitas de agua, y así continuo casi todo el día de caída en
caída, es día para el viejo no hubo pesca.