Por
allá a mediados del siglo pasado, en este bendito pueblo, Sevilla, la del Valle
del Cauca, corrían rumores, que en ciertas épocas del año, concretamente a
mediados de año, cuando el sol veraniego calcina los huesos y sus frescas
noches nos ponen a temblar; cuando las sombras de la noche se hacían más
oscuras, dos mulas deambulaban por la ribera de la quebrada, arriadas por el
alma de Cuellar, dicen quienes las vieron que los cascos de las mulas sonaban
cuando se atascaban en el barro y que los doblones españoles y los riales tintineaban,
que al alejarse quedaba el olor característico del oro y del azufre, decían los
vecinos que las mulas llevaban en sus lomos de a dos cofres enormes con su
tesoro.
Ocurrió
por los lados de la vereda Limones, en tiempo aquellos donde aún los duendes,
las brujas y los malos espíritus cuidaban los entierros.
Bueno
fue así como lo relato uno de los ciudadanos.
Por
esa época, en Sevilla había un grupo de pescadores, los que se reunían a
departir un buen café y a contar historias de pesca, a cual más tenía el famoso
callo, el cual se marcaba en el codo, al parecer así eran los peces que ellos
sacaban, claro por supuesto eran las piezas más pequeñas, bueno entre café y
café, charla y charla, un día cualquiera les llego el cuento, relatado según
ellos por un testigo presencial.
Este
grupo selecto de amigos organizo la expedición, porque además todos ellos eran
amantes de la guaquería, entre ellos Miguel Ángel Cardona, Luis Guarín, Gustavo
Gallego “Mamoncillo”, Freddy “Pichón de diablo”, dos personales más
que no se sus nombres porque siempre los llamaban por sus chapas, “Malagana” y “Rellena”.
Bueno
preparados para el viaje, nueve de la noche llego Gustavo a casa de Miguel de ansiosos
lo esperaban Freddy, Miguel, “Malagana”, “Rellena”
y don Luis Guarín, empezó la expedición, era una camioneta prestada y bien
destartalada, solo Gustavo sabia manejar esa joya de principios del siglo
pasado, 40 minutos y destino final, desembarcaron al pie de la quebrada y Gustavo
dejo la camioneta cerca al rio, bueno mientras las noche se perdía en una
oscuridad profunda, empezaron a pescar mientras se iba llegando con lentitud la
hora, algunos relámpagos en seco empezaban a iluminar la noche por allá a lo
lejos pero también los relámpagos se acercan lentamente.
Cuando
la hora llego un relámpago ilumino el rio, detrás un estruendoso trueno, pero
cuando se ilumino el césped, en él se proyectó una gruesa y negra figura, es Cuellar
grito Luis Guarín, llego la hora dijo “Rellena”,
hágale usted Miguel que es el que sabe de esto, Miguel avanzo unos metros en la
oscuridad hasta encontrar la figura, se arrodillo delante de la figura que allí
se pintaba y aparecía y desaparecía cuando el cielos se iluminaba; “de parte de dios todo poderoso que queres”
“ eres el espíritu de Cuellar que deambula como alma en pena, si eres Cuellar,
nos podrías compartir tu tesoro ¡ya tu no lo necesitas porque no eres de este
mundo¡”, otra vez el cielo se ilumino y ahora la sombra se proyectaba como en
un principio, Miguel arrodillado formando una extraña figura, es Satanás dijo “Pichón”, entonces los nervios de los
guaqueros se crisparon, se ilumino nuevamente el cielo, “¡es el diablo en
persona¡” grito “Pichón de diablo”
esta vez con un tremendo alarido de pavor, el grupo se disolvió, corrían como
guatines que corren veloces huyendo de las fauces de la jauría de lobos, Miguel
y Freddy chocaron en la carrera, los dos cayeron encima de la figura con tan
mala suerte que se enredaron sus pies, gritaban los dos tratando de pararse nos
cogió, auxilio, nos lleva el putas, hasta que por un milagro se pararon y
continuaron la huida, al correr, chumbulum al agua fueron a dar; Gustavo cuando
escucho el grito de “Pichón”, arranco
la camioneta y cruzo el riachuelo a tal velocidad que voló agua hasta Caicedonia,
en su huida llego hasta la plaza de La Concordia, cuando llego, los pocos
paisanos le preguntaron qué había pasado con los expedicionarios, en ese
momento se acordó el pobre “Mamoncillo”
que había dejado a sus compañeros de aventura
en manos del demonio. El resto de personal corría y corría, el pánico se
había apoderado de todos, unos caían, otros se acordaron de los dioses y oraban
de rodillas.
Pasaron
las horas, empezaron a llamarse para ubicarse, unos respondían otros quedaron
como estatuas y mojados sus pantalones, no se sabía si era orines o agua, todo
fue llegando a la calma y bajo una palmera se fueron reuniendo hasta que amaneció,
cuando ya el alba despuntaba y salieron los primeros rayos del sol, “Mamoncillo” llego en la vieja camioneta,
la gallada estaba reunida de nuevo, sanos y salvos.
Envalentonados
con la luz del día, retornaron al lugar donde se les apareció el espíritu de
Cuellar y recrearon de nuevo el cuadro, reconstruyeron los pasos de nuevo para
encontrar con gran decepción que lo que la luz
de los relámpagos proyecta era el tronco de una palma que el
administrador de la finca había cortado y quemado días anteriores.
Estos
amigos se quedaron sin el tesoro de Cuellar, sin las varas de pescar porque en
la huida volaron quien sabe dónde.
Esta
historia me la contó “Pichón de diablo”,
a propósito el eco de su grito aun viaja por todo el Valle del Quindío.
El
tesoro aún existe, si alguien lo quiere buscar, no olviden llevar un crucifijo
por si algún demonio se salió del infierno sin permiso y quiere hacer
travesuras.
Quien
es Cuellar, no lo sé seguramente algún campesino que murió por allí y su
espíritu aun deambula y que cierta noche de oscuridad quiere volver a la vida,
o de pronto Cuellar era un rico hacendado que escondió sus tesoros y que no ha
llegado el hombre al que se los quiera entregar.
jairvalenciagaspar@yahoo.es