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9/10/17

Tras las huellas del tesoro de Cuellar

Por allá a mediados del siglo pasado, en este bendito pueblo, Sevilla, la del Valle del Cauca, corrían rumores, que en ciertas épocas del año, concretamente a mediados de año, cuando el sol veraniego calcina los huesos y sus frescas noches nos ponen a temblar; cuando las sombras de la noche se hacían más oscuras, dos mulas deambulaban por la ribera de la quebrada, arriadas por el alma de Cuellar, dicen quienes las vieron que los cascos de las mulas sonaban cuando se atascaban en el barro y que los doblones españoles y los riales tintineaban, que al alejarse quedaba el olor característico del oro y del azufre, decían los vecinos que las mulas llevaban en sus lomos de a dos cofres enormes con su tesoro.

Ocurrió por los lados de la vereda Limones, en tiempo aquellos donde aún los duendes, las brujas y los malos espíritus cuidaban los entierros.

Bueno fue así como lo relato uno de los ciudadanos.

Por esa época, en Sevilla había un grupo de pescadores, los que se reunían a departir un buen café y a contar historias de pesca, a cual más tenía el famoso callo, el cual se marcaba en el codo, al parecer así eran los peces que ellos sacaban, claro por supuesto eran las piezas más pequeñas, bueno entre café y café, charla y charla, un día cualquiera les llego el cuento, relatado según ellos por un testigo presencial.

Este grupo selecto de amigos organizo la expedición, porque además todos ellos eran amantes de la guaquería, entre ellos Miguel Ángel Cardona, Luis Guarín, Gustavo Gallego “Mamoncillo”, Freddy “Pichón de diablo”, dos personales más que no se sus nombres porque siempre los llamaban por sus chapas, “Malagana” y “Rellena”.

Bueno preparados para el viaje, nueve de la noche llego Gustavo a casa de Miguel de ansiosos lo esperaban Freddy, Miguel, “Malagana”,  “Rellena” y don Luis Guarín, empezó la expedición, era una camioneta prestada y bien destartalada, solo Gustavo sabia manejar esa joya de principios del siglo pasado, 40 minutos y destino final, desembarcaron al pie de la quebrada y Gustavo dejo la camioneta cerca al rio, bueno mientras las noche se perdía en una oscuridad profunda, empezaron a pescar mientras se iba llegando con lentitud la hora, algunos relámpagos en seco empezaban a iluminar la noche por allá a lo lejos pero también los relámpagos se acercan lentamente.  

Cuando la hora llego un relámpago ilumino el rio, detrás un estruendoso trueno, pero cuando se ilumino el césped, en él se proyectó una gruesa y negra figura, es Cuellar grito Luis Guarín, llego la hora dijo “Rellena”, hágale usted Miguel que es el que sabe de esto, Miguel avanzo unos metros en la oscuridad hasta encontrar la figura, se arrodillo delante de la figura que allí se pintaba y aparecía y desaparecía cuando el cielos se iluminaba; “de parte de dios todo poderoso que queres” “ eres el espíritu de Cuellar que deambula como alma en pena, si eres Cuellar, nos podrías compartir tu tesoro ¡ya tu no lo necesitas porque no eres de este mundo¡”, otra vez el cielo se ilumino y ahora la sombra se proyectaba como en un principio, Miguel arrodillado formando una extraña figura, es Satanás dijo “Pichón”, entonces los nervios de los guaqueros se crisparon, se ilumino nuevamente el cielo, “¡es el diablo en persona¡” grito “Pichón de diablo” esta vez con un tremendo alarido de pavor, el grupo se disolvió, corrían como guatines que corren veloces huyendo de las fauces de la jauría de lobos, Miguel y Freddy chocaron en la carrera, los dos cayeron encima de la figura con tan mala suerte que se enredaron sus pies, gritaban los dos tratando de pararse nos cogió, auxilio, nos lleva el putas, hasta que por un milagro se pararon y continuaron la huida, al correr, chumbulum al agua fueron a dar; Gustavo cuando escucho el grito de “Pichón”, arranco la camioneta y cruzo el riachuelo a tal velocidad que voló agua hasta Caicedonia, en su huida llego hasta la plaza de La Concordia, cuando llego, los pocos paisanos le preguntaron qué había pasado con los expedicionarios, en ese momento se acordó el pobre “Mamoncillo” que había dejado a sus compañeros de aventura  en manos del demonio. El resto de personal corría y corría, el pánico se había apoderado de todos, unos caían, otros se acordaron de los dioses y oraban de rodillas.

Pasaron las horas, empezaron a llamarse para ubicarse, unos respondían otros quedaron como estatuas y mojados sus pantalones, no se sabía si era orines o agua, todo fue llegando a la calma y bajo una palmera se fueron reuniendo hasta que amaneció, cuando ya el alba despuntaba y salieron los primeros rayos del sol, “Mamoncillo” llego en la vieja camioneta, la gallada estaba reunida de nuevo, sanos y salvos.

Envalentonados con la luz del día, retornaron al lugar donde se les apareció el espíritu de Cuellar y recrearon de nuevo el cuadro, reconstruyeron los pasos de nuevo para encontrar con gran decepción que lo que la luz  de los relámpagos proyecta era el tronco de una palma que el administrador de la finca había cortado y quemado días anteriores.

Estos amigos se quedaron sin el tesoro de Cuellar, sin las varas de pescar porque en la huida volaron quien sabe dónde.

Esta historia me la contó “Pichón de diablo”, a propósito el eco de su grito aun viaja por todo el Valle del Quindío.

El tesoro aún existe, si alguien lo quiere buscar, no olviden llevar un crucifijo por si algún demonio se salió del infierno sin permiso y quiere hacer travesuras.

Quien es Cuellar, no lo sé seguramente algún campesino que murió por allí y su espíritu aun deambula y que cierta noche de oscuridad quiere volver a la vida, o de pronto Cuellar era un rico hacendado que escondió sus tesoros y que no ha llegado el hombre al que se los quiera entregar.   

jairvalenciagaspar@yahoo.es