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27/4/18

La odisea del Calima


Se escurrían las nubes sevillanas, caían las últimas gotas de agua de aquel largo invierno de mayo, se planificaba desde muchos meses atrás, quizás era  diciembre o enero no recuerdo, pero al fin el día de salida se aproximaba velozmente.

Expedición al Lago Calima, un nutrido grupo de pescadores y de cazadores, alistaban unos las varas de pesca, otros las escopetas, además algunos perros expertos en cacería.

Todo era alegría y concordia, su organizador, Miguel, claro “Radio Miguel”, les apuraba para que cancelaran sus respectivas cuotas. No había pesca  la cual no la organizara “Radio”, estaba en todas, animando y organizándo.
Por fin llego el anhelado verano y la alegría se desbordaba en cada uno de los integrantes del grupo.

Salida cuatro de la mañana, todos van desfilando, morral al hombro, vara de pesca y todo lo necesario para darle un buen baño de sol a las enormes tilapias que se pescan en el lago del Calima; los cazadores portaban escopetas calibre 22 y buena munición, uno que otro llevaba un pequeño fusil con balas, por si alguna pieza de gran tamaño se les cruzaba en el camino.

Por fin llegan al lago por la parte de los motores, costado occidental, donde a pocos kilómetros empieza la selva del Calima.

Ya instalados, cada uno se ubica en una parcela de pesca, los cazadores sueltan uno o dos perros que llevaban, los cuales los van guiando a la pequeña arboleda donde se iniciaba la oscura selva, cazan varias “moradas” (tórtolas), los perros los conducen tras un enorme guatín que venían olfateando, es tanta la algarabía de perros y cazadores que los pescadores cierran sus varas y se unen al grupo de cazadores, parece que el guatín fuera de otro mundo, porque va envolatando a perros, cazadores y pescadores, así van llegando las horas de la tarde y el guatín desapareció como por arte de magia, esta persecución termino, aburridos quedaron todos, cansados y con hambre, bueno que se le va a hacer, otro día será.

De pronto se escucha el cantar de la pava que regresa a su nido, silencio, uno de ellos apunta su escopeta y cuando va a disparar, la pava salta a otro árbol, emocionados y sigilosos van tras ella, pero vuelve a saltar, esta vez queda muy cerca a uno de ellos, este la logra ver, es enorme, apunta pero empieza a temblar, dispara con tan mala suerte que casi se cae y tampoco logro darle, solo que al momento de volar el ave, le deposita una enorme mierda en su rostro; así fueron siguiendo la pava sin percatarse que había oscurecido, ya no se veía nada, además la luna estaba menguada y la noche era bien oscura.

Que vamos a hacer, por donde es el camino hacia el camión, pregunta el topógrafo (en el grupo iba un topógrafo amigo de pesca), si no sabe usted que es topógrafo, menos nosotros, a ver calmémonos dice un corpulento hombre, ya entrado en años, Miguel usted que es el experto y conocedor de estos caminos guíenos por favor hasta el camión, camión que había quedado custodiado por otro de los muchos integrantes del grupo con la diferencia de que a este no le gustaba la caza, en el camión había quedado toda la comida y provisiones  para su subsistencia.

“Radio” Miguel trataba de direccionarlos pero era más fácil reunir una manada de micos para sacarles una foto que tener callados al grupo.

La oscura noche alargaba las horas y se hacían mucho más tenebrosas por la nube de zancudos que los rodeaba (menos mal que los gringos no habían inventado el chikungunya todavía), ya no había lugar del cuerpo donde los insectos no disfrutaran de las ricas “mieles” de la sangre, parecían vampiros, las machacas revoloteaban a su alrededor, ellos no les prestaron atención (la cura para la picadura de la machaca se había descubierto), la larga caminada en busca del refugio que les proveía el camión, y el frío  los fue minando haciendo que se fueran juntando para conseguir un poco de calor.

Luces en el cielo que van y vienen, ¿que serían esas luces?, señales, ovnis, brujas en busca de victimas para ejecutar sus maleficios, ronquidos a lo lejos cual si fuera el Mohán, o el rugido de una enorme fiera. Estos fueron sus últimos pensamientos porque uno a uno fueron cayendo en los brazos de Morfeo, hasta allí se acordaron entraron en el mundo de los sueños.

Unos tenues rayos solares aporreaban sus ojos y las ranas y sapos brincaban por encima de ellos, el primero en despertar fue el topógrafo y los fue despertando uno a uno, todos ya de pie trataron de ponerse de acuerdo que camino coger, añoraban un buen tinto de esos que venden en Casa-Blanca o las empanadas vaticanas que madrugaba a vender “Pedro Fatiga” - ay, cuanta suerte tienen quienes en ese momento disfrutaban de ese rico  tinto-, bueno volvamos al camino, todos señalaban puntos cardinales diferentes y para ponerse de acuerdo tiraron el cara y sello, lanzaron la moneda la que cayó en un  pantanero, la moneda cayo ahogándose en el, el más avezado  de todos se lanzó en pos de ella cayendo de bruces y con toda su humanidad en mitad de ese pantanero salpicando a todos los boqui-abiertos que no esperaban tan fatal final, el pobre hombre en su caída se lastimo un tobillos, ahí si fue Troya, como dicen los sabios “cagado y el rio lejos”. Primero el susto, después la risa seguida de un profundo dolor, como siempre el malabarista que se lanzó a coger la moneda, se aporreo y se metió tremendo baño en barro, bueno, ahora sí, el topógrafo tiene que saber, él empezó a mirar el sol como adivinando por donde salió el Astro Rey, los caminos cruzados por todos lados, vamos por aquí, está más despejado, empezaron a caminar, les dieron las tres, las cuatro, las cinco, las seis ya empezaba a oscurecer, se acababa el día ¡¡, nos perdimos, hombre como así “Radio” usted no conocía bien el camino, empezaron los reclamos, afloro el nerviosismo, los morrales con la sardina,  el salchichón, la gaseosa y el pan, se quedaron en el camión, ahora sí, que hacemos con esta hambre que tenemos y empezó el cerebro a jugarles bromas de mal gusto, mientras las tripas rumbaban, recordaban la chuleta del Volga, la sobre barriga de Toñito, una Póker bien fría, la oscuridad inundo el lugar, la noche, el frío y el aguacero que les cayó encima volvió y les recordó que estaban perdidos, después de que la lluvia ceso,  y todos empapados, temblando de frío se empezaron a ir reuniendo como la noche anterior para darse calor y defenderse de los insectos, otra vez las luces, otra vez los ronquidos y vuelve a sus mentes las fieras, los hambrientos lobos, los pumas.

Esta noche se jugaron al sorteo quien vigilaba, perdió el más callado de todos, el que no musitaba palabra, ahora ya podían dormir tranquilos, así termino la noche con todos dormidos, hasta el vigía durmió a pierna suelta.

Una vez más las ranas, los sapos y una bandada de pavas que se burlaban de los miembros del grupo, no tenían alientos, ni siquiera se acordaron que tenían escopetas para cazar, solo pensaban en como regresar, añoraban sus casas, sus esposas, sus hijos y un plato de sancocho caliente, algunos de ellos picados por las machacas y tenían que buscar urgentemente el remedio.

Bueno ahora la orientación era diferente, le dieron golpe de estado al topógrafo, fracasó en el intento, le tocaba a otro y no podía ser otro que “Radio” Miguel, retrocedamos y subamos por esa pequeña montaña a ver cómo nos va, pero ese es un camino muy largo, pero bueno hagámoslo, y así lo hicieron, a eso de las cinco de la tarde lograron subir a al pequeño montículo,  enorme fue su alegría, desde allí y a sus pies estaba la Carretera Central, que va desde Buga a  hasta Lobo-Guerrero, no habían más de doscientos metros hasta la vía, todos corrieron, y corrieron como locos, ahora quedaba hacer una larga caminata hasta el lago y ubicar el camión, cuando llegaron, harapientos y mal olientes, llevaban tres días perdidos.  Se armó una gran algarabía por el regreso de los perdidos, comieron, se bañaron y durmieron muy bien.

Al día siguiente madrugaron todos a contar la historia, por allí apareció un lugareño, y cuando escucho la historia, soltó una larga carcajada burlona, cuando paro de reírse, los invito a que lo acompañaran a un sitio especifico que quedaba en un alto para desde allí mostrarles donde fue que se perdieron, les señalo un pequeñísimo bosque, en el cual estuvieron dándole vuelta y vueltas durante dos noches y tres días, que pena no se les vaya a ocurrir contar la real historia, allí se dieron cuenta que quien roncaba tan fuerte de noche y las luces que se veían eran los grandes camiones, que bajaban  con el freno de motor, para no descender  a mucha velocidad.

Ya olvidaron a lo que iban, se acabó la pesca, se acabó la cacería, vamos de regreso a casa, picados de la machaca algunos, hambreados, con sueños atrasados y una historia que contar, “la odisea del Calima”; gravada en un casete que nunca pude recuperar, pero que creo se aproxima mucho al relato que hacia mi querido suegro “Radio Miguel”.

P.D
Evoco con nostalgia aquella época en que nos aventurábamos sin más temor que el encuentro con la madremonte, el pollo maligno, los duendes…
Época en que nos armábamos de valor y siempre a la espera de que al lado de mi suegro (“Radio”) aunque nuestra pesca no tuviera el tamaño del cayo del pescador, si nuestra aventura diera para recrear las tardes enteras.       

Abril 23 de 2018