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23/3/17

Chávela

Era un hombre fornido, de una fuerza descomunal, de donde era…, no sé,  solo recuerdo que se distinguía por su sombrero negro, tal vez fue gris o quizá blanco, pero se veía negro y arrugado, seguramente por el uso y la  mugre. Chávela era un personaje de esos que nunca se olvidan, lo conocí en la Galería, transportando mercados en un canasto súper gigante, el cual tenía una cinta para colgárselo en la cabeza, y llevaba los mercados desde   la Galería hasta cualquier parte de Sevilla, por unas pocas monedas que le servían para sus alimentos y lo que le sobraba para ingerir cerveza.

Así fuimos creciendo él y yo,  él envejecía  cargando mercados y ganándose la vida, yo maduraba, crecía y lo observaba, siempre lo observaba, al principio me parecía gracioso pero un día al tratar de levantar el canasto de Chávela,   a raíz de ese ensayo, creo adquirí una hernia, entonces comprendí sobre la Sansonica y descomunal fuerza que seguramente se le daba la poca alimentación que comía, la cerveza y el cigarrillo, porque fumaba impresionantemente.

Un día me dije, quiero tener la fuerza de Chávela y empecé a injerir cerveza y oh que horror, la cerveza era solo para el personaje que marco esa historia por los lados de la Galería.

Cuando las fuerzas se le fueron agotando al pobre Chávela, ya no se le volvió a ver más por la galería cargando mercados, porque a propósito por ese tiempo apareció el odioso plástico, el que seguramente desplazo a todos los cargueros de mercados de la galería.

Algún día, cuando era yo un menor de edad todavía, pero adolecente de buen gusto, departía con  algunos de mis amigos, entre otros Jorge Enrique Gaviria “Once Pasos” en el café Changay, nos encontramos al querido y apreciado Chávela recogiendo los cunchos de cerveza que dejaban los borrachos, así fue que Chávela empezó a darle vueltas a todas las cantinas de nuestro pueblo tomando cunchos del preciado líquido, era muy común el verlo desde Luces de La Pampa, Luces De Buenos Aires, pasando por El Bar Miranda, por donde Franceny López, hasta la última cantina del Cementerio, tomando el amarillento y espumoso liquido  de cebada, cuando terminaba el recorrido se le veía a eso de las diez u once de la noche atajando piscos como decíamos, jincho, con una perra como nos decía cuando pasaba por La Porteñita  y nos veía allí , siempre se nos arrimaba, a su paso recogía las mesas y asiento que se interponían entre el andén y nuestra mesa, yo siempre le gastaba la última cerveza de la noche y no eran cunchos de nuestra beba, era el líquido recién destapado, aun cuando terminaba de injerir la cerveza entera, recogía  los últimos cunchos de la bodega de Franceny.

Para desenguayabar el día lunes, se iba por los lados de El Destapado, esperando a que abrieran la bodega de Bavaría que quedaba por allí, adivinen a que, pues a arrumar y a desarrumar las canastas de cerveza a ver si conseguía sus cunchos, allí si habían artos, otra vez quedaba con el cupo completo, casi dormido de la rasca tan tremenda.

Del pobre Chávela  solo queda el recuerdo, hoy su fantasma recorre las calles de Sevilla, en búsqueda mía, para que le gaste otra cerveza o en busca del  ultimo cuncho para poder descansar en paz.

Cando su fantasmagórica figura atraviesa los vacíos y silenciosos pasillos de la Galería, se detiene a reflexionar sobre su vida en este pequeño y paradisiaco mundo llamado Sevilla la del Valle del Cauca, Colombia

jairvalenciagaspar@yahoo.es