Era
un hombre fornido, de una fuerza descomunal, de donde era…, no sé, solo recuerdo que se distinguía por su
sombrero negro, tal vez fue gris o quizá
blanco, pero se veía negro y arrugado, seguramente por el uso y la mugre. Chávela era un personaje de esos que
nunca se olvidan, lo conocí en la Galería, transportando mercados en un canasto
súper gigante, el cual tenía una cinta para colgárselo en la cabeza, y llevaba
los mercados desde la Galería hasta cualquier parte de Sevilla,
por unas pocas monedas que le servían para sus alimentos y lo que le sobraba
para ingerir cerveza.
Así
fuimos creciendo él y yo, él envejecía cargando mercados y ganándose la vida, yo
maduraba, crecía y lo observaba, siempre lo observaba, al principio me parecía
gracioso pero un día al tratar de levantar el canasto de Chávela, a raíz de ese ensayo, creo adquirí una
hernia, entonces comprendí sobre la Sansonica y descomunal fuerza que
seguramente se le daba la poca alimentación que comía, la cerveza y el
cigarrillo, porque fumaba impresionantemente.
Un
día me dije, quiero tener la fuerza de Chávela y empecé a injerir cerveza y oh
que horror, la cerveza era solo para el personaje que marco esa historia por
los lados de la Galería.
Cuando
las fuerzas se le fueron agotando al pobre Chávela, ya no se le volvió a ver más
por la galería cargando mercados, porque a propósito por ese tiempo apareció el
odioso plástico, el que seguramente desplazo a todos los cargueros de mercados
de la galería.
Algún
día, cuando era yo un menor de edad todavía, pero adolecente de buen gusto, departía
con algunos de mis amigos, entre otros
Jorge Enrique Gaviria “Once Pasos” en
el café Changay, nos encontramos al querido y apreciado Chávela recogiendo los
cunchos de cerveza que dejaban los borrachos, así fue que Chávela empezó a
darle vueltas a todas las cantinas de nuestro pueblo tomando cunchos del
preciado líquido, era muy común el verlo desde Luces de La Pampa, Luces De
Buenos Aires, pasando por El Bar Miranda, por donde Franceny López, hasta la última cantina del Cementerio,
tomando el amarillento y espumoso liquido
de cebada, cuando terminaba el recorrido se le veía a eso de las diez u
once de la noche atajando piscos como decíamos, jincho, con una perra como nos
decía cuando pasaba por La Porteñita y nos
veía allí , siempre se nos arrimaba, a su paso recogía las mesas y asiento que
se interponían entre el andén y nuestra mesa, yo siempre le gastaba la última
cerveza de la noche y no eran cunchos de nuestra beba, era el líquido recién
destapado, aun cuando terminaba de injerir la cerveza entera, recogía los últimos cunchos de la bodega de Franceny.
Para
desenguayabar el día lunes, se iba por los lados de El Destapado, esperando a
que abrieran la bodega de Bavaría que quedaba por allí, adivinen a que, pues a
arrumar y a desarrumar las canastas de cerveza a ver si conseguía sus cunchos,
allí si habían artos, otra vez quedaba con el cupo completo, casi dormido de la
rasca tan tremenda.
Del
pobre Chávela solo queda el recuerdo,
hoy su fantasma recorre las calles de Sevilla, en búsqueda mía, para que le
gaste otra cerveza o en busca del ultimo
cuncho para poder descansar en paz.
Cando
su fantasmagórica figura atraviesa los vacíos y silenciosos pasillos de la Galería,
se detiene a reflexionar sobre su vida en este pequeño y paradisiaco mundo
llamado Sevilla la del Valle del Cauca, Colombia
jairvalenciagaspar@yahoo.es