Estos dos personajes de la vida en los años
60tas, marcaron una parte de la vida del barrio, ambos con sus locuras y sus
ocurrencias.
Por esos años la carrera 50 estaba sin
pavimentar, el matadero de esa época se encontraba en el barrio Puyana, allí
algunos vaqueros de la época arreaban ganado desde la vereda La Estrella, por
lo regular cruzaban las manadas a veces por el centro de Sevilla, la mayoría
era ganado bien bravo y que Miranda abajo hacia correr y encerrar a más de un
parroquiano, incluso muchos almacenes de
la época cerraban sus puertas cuando escuchaban el rumor que había ganado
suelto, Sevilla se convertía en demostraciones de vaquería y muchas veces en plaza de toros.
Otras veces los lograban llevar hasta el
matadero, también allí se disolvía la manada o a lo mejor era el cuidandero
quien abría las puertas para que el ganado quedara libre, unos salían por todo Puyana,
haciendo cerrar las casas y los pocos negocios que existían, otros salían hacia
el Cementerio por el barrio San Vicente.
Bajando de Puyana hacia el centro, los
toros y toretes bajaban raudos y veloces, arrasando con todo lo que se
encontraban en su camino, todo el mundo
corría, se convulsionaba la carrera 50, tal vez por las carreras diarias fue
que a los hermanos Gabriel y Julián Giraldo Arias les nació la afición por el
atletismo, fueron sus primeras carreras en la veloz y despavorida huida de todo el vecindario, algunos se caían,
otros hacían cosas imposibles por esconderse, esta escena se repetía en todo
Sevilla.
El pueblo se convulsionaba, se aceleraba,
los vaqueros que casi nunca se bajaban de sus corceles, Manuel Pizarro, Carlos
Cano, Demetrio Marín, Clavijo, tenían trabajo, día y noche, debían recuperar el
ganado, además eran ayudados por múltiples
jinetes entre otros Maelo (le decían el cacorro), inmediatamente se daba
cuenta que el ganado se había volado,
ensillaba su penco y empezaba su cabalgata, desde casi Tres Esquinas hasta el matadero, en
su camino se cruzaba con algunas reses mansas las que arreaba hasta Puyana,
también los acompañaban muchísimo
personal de a pie.
Todos corrían y corrían, menos “Pacho
Templete”, ni Jairo (“Peligro”, el constructor) al llegar la
dispersa manada en fila india, casi hasta la bomba CODI, los primeros toros los
recibía “Peligro”, con un palustre y un dulce-abrigo rojo, les sacaba las
primeras suertes, luego los libres toros encontraban a “Pacho
Templete”, bien trajeado, periódico
en el sobaco, de espaldas a los pocos novillos que venían con furia inusitada,
el vecindario corría despavorido a esconderse en algunos burladeros que por
allí habían, parecía la filmación de una película, y “Pacho Templete” ahí, inmóvil, hombre valiente decía yo, firme en la
mitad de la calle, de espaldas a los enormes bovinos de raza cebú y tierra fría
salvaje, de enormes y afilados cuerno.
Los vecinos
hablaban, las mujeres gritaban, los niños corrían, pero todos centraban
su mirada en el valiente Pacho…………..Pacho,
cuidado que hay vienen los toros, Pacho
mascullaba, rezongaba y miraba de reojo,
cuando calculaba que el primer toro venia por ahí a unos 15 metros, sacaba el
periódico de debajo del sobaco, lo abría y sacudía como queriendo alisarlo para
que quedara sin arrugas, para poder tener un mejor lucimiento con temple y
garbo, al enfrentar los toros en
desafiante y leal duelo, jugándose la vida al pasar uno a uno los peligrosos
bovinos, en este duelo, el único que ponía su vida de por medio era Pacho, porque él no utilizaba picadores, espada, ni
estoque.
Pasaba el primero y sacaba la primera
suerte, el toro seguía de largo y Pacho
ahí, venia el segundo torete y cual si fuera torero profesional sacaba otra
hermosa suerte, en esta ocasión una manoletina, al tercero lo esperaba de
rodillas y así uno por uno, se jugaba entero como queriendo decirle al pequeño
mundo y al vecindario que el de joven había sido un gran torero.
Utilizaba Pacho una serie de suertes (verónicas, chicuelinas, el faro, de
derecha, media verónica, el molinete). Gran espectáculo verlo torear.
Yo siempre me pregunté porque hacia
semejantes demostraciones arriesgando su vida, nunca encontré respuesta, hasta
que un día me atreví a preguntarle, su respuesta, fui un torero frustrado
porque no tuve apoyo de nadie.
Hoy “Pacho
Templete”, muestra sus grandes dotes de torero allá en ese otro mundo.
Por suerte fui testigo, porque viví esa
época tan linda con intensidad, muchos eventos los viví, hoy los siento y los
recuerdo con alegría.
Roberto “el Doctor Marihuana”
Era un hombre pulcro, muy bien vestido, de
saco, corbata y de una espesa y
negra barba.
Cada vez que pienso en él, siempre mi inteligencia olfativa me trae
recuerdos olfativos, el olor a libro abierto, el que quienes tienen la pasión
por la lectura lo recordaran, hoy me huele a páginas, a recuerdos, a cultura y
a conocimiento. Ese precisamente era Roberto.
Nunca supe si era médico, filosofo,
astrónomo, psicólogo o un sin-número de conocimientos, de hecho, lo que le
preguntábamos, él lo sabía, casi sin lugar a equivocarme creo era médico, pero
también un extraordinario filósofo, seguramente en esa época era mi ídolo, aprendí
la pasión por la lectura y la filosofía.
Roberto, era ateo, pero no
agnóstico, contradictorio tal cual el personaje.
El señor, era otro personaje de nuestro vecindario, diferente a “Pacho
Templete”, aunque ambos eran callados, con muchos hechos, pero con
pocas palabras.
A Roberto solo lo “dañaban” dos cosas, la lectura excesiva y la
marihuana, esta mezcla hizo que Roberto enloqueciera un poco
por la mañana, a medias en el medio día, un poco en la tarde y se descarriaba
del todo en las noches, pero
no en todas, había ciertas noches del mes que, al pobre del Roberto, se desempataba del
todo, al filo de la media noche, cambiaba de
indumentaria, se desnudaba, se cubría desde la cabeza, cual si fuera un beduino con una sábana blanca, parecía iluminar la oscuridad
de la noche, resaltaba cual alma en pena o fantasma en agonía, su alma divagaba
entre el ateísmo y el cristianismo.
Caminaba dos o tres cuadras hacia arriba y
hacia abajo, predicando la biblia
y gritando a viva voz que él era Jesucristo, representante de Dios en la tierra, así
nos entretenía hasta las tres o
cuatro de la mañana.
Al día siguiente retornaba su cordura,
libros, café, sabiduría y marihuana, cuando salía a descansar caminaba y
caminaba, siempre desandando los pasos de la noche anterior.
Luego lo perdimos como vecino, creo se fue
a vivir por la calle 54 entre La Pista y La Miranda.
Hoy predica la biblia en otro mundo, seguramente le predica a “Pacho
Templete” y a Álvaro
Ocampo “La Pulga”, éste juega fútbol en ese mundo, para que Roberto y Pacho lo vean; y en su descanso Pacho le saca suertes con
su viejo periódico a las almas de los bovinos, se divierten tal cual lo
hicieron en este mundo.