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6/3/17

“Pacho Templete” y Roberto “el Doctor Marihuana”

Estos dos personajes de la vida en los años 60tas, marcaron una parte de la vida del barrio, ambos con sus locuras y sus ocurrencias.

Por esos años la carrera 50 estaba sin pavimentar, el matadero de esa época se encontraba en el barrio Puyana, allí algunos vaqueros de la época arreaban ganado desde la vereda La Estrella, por lo regular cruzaban las manadas a veces por el centro de Sevilla, la mayoría era ganado bien bravo y que Miranda abajo hacia correr y encerrar a más de un parroquiano,  incluso muchos almacenes de la época cerraban sus puertas cuando escuchaban el rumor que había ganado suelto, Sevilla se convertía en demostraciones de vaquería y  muchas veces en plaza de toros.

Otras veces los lograban llevar hasta el matadero, también allí se disolvía la manada o a lo mejor era el cuidandero quien abría las puertas para que el ganado quedara libre, unos salían por todo Puyana, haciendo cerrar las casas y los pocos negocios que existían, otros salían hacia el Cementerio por el barrio San Vicente.

Bajando de Puyana hacia el centro, los toros y toretes bajaban raudos y veloces, arrasando con todo lo que se encontraban en su camino,  todo el mundo corría, se convulsionaba la carrera 50, tal vez por las carreras diarias fue que a los hermanos Gabriel y Julián Giraldo Arias les nació la afición por el atletismo, fueron sus primeras carreras en la veloz  y despavorida huida  de todo el vecindario, algunos se caían, otros hacían cosas imposibles por esconderse, esta escena se repetía en todo Sevilla.

El pueblo se convulsionaba, se aceleraba, los vaqueros que casi nunca se bajaban de sus corceles, Manuel Pizarro, Carlos Cano, Demetrio Marín, Clavijo, tenían trabajo, día y noche, debían recuperar el ganado, además eran ayudados por múltiples  jinetes entre otros Maelo (le decían el cacorro), inmediatamente se daba cuenta  que el ganado se había volado, ensillaba su penco y empezaba su cabalgata,  desde casi Tres Esquinas hasta el matadero, en su camino se cruzaba con algunas reses mansas las que arreaba hasta Puyana, también los acompañaban  muchísimo personal de a pie.

Todos corrían y corrían, menos  “Pacho Templete”, ni Jairo (“Peligro”, el constructor) al llegar la dispersa manada en fila india, casi hasta la bomba CODI, los primeros toros los recibía “Peligro”, con un palustre y un dulce-abrigo rojo, les sacaba las primeras suertes, luego los libres toros encontraban a  “Pacho Templete”, bien trajeado,  periódico en el sobaco, de espaldas a los pocos novillos que venían con furia inusitada, el vecindario corría despavorido a esconderse en algunos burladeros que por allí habían, parecía la filmación de una película, y “Pacho Templete” ahí, inmóvil, hombre valiente decía yo, firme en la mitad de la calle, de espaldas a los enormes bovinos de raza cebú y tierra fría salvaje, de enormes y afilados cuerno.

Los vecinos  hablaban, las mujeres gritaban, los niños corrían, pero todos centraban su mirada en el valiente Pacho…………..Pacho, cuidado que hay vienen los toros, Pacho mascullaba,  rezongaba y miraba de reojo, cuando calculaba que el primer toro venia por ahí a unos 15 metros, sacaba el periódico de debajo del sobaco, lo abría y sacudía como queriendo alisarlo para que quedara sin arrugas, para poder tener un mejor lucimiento con temple y garbo, al enfrentar los toros  en desafiante y leal duelo, jugándose la vida al pasar uno a uno los peligrosos bovinos, en este duelo, el único que ponía su vida de por medio era Pacho,  porque él no utilizaba picadores, espada, ni estoque.

Pasaba el primero y sacaba la primera suerte, el toro seguía de largo y Pacho ahí, venia el segundo torete y cual si fuera torero profesional sacaba otra hermosa suerte, en esta ocasión una manoletina, al tercero lo esperaba de rodillas y así uno por uno, se jugaba entero como queriendo decirle al pequeño mundo y al vecindario que el de joven había sido un gran torero.

Utilizaba Pacho una serie de suertes (verónicas, chicuelinas, el faro, de derecha, media verónica, el molinete). Gran espectáculo verlo torear.

Yo siempre me pregunté porque hacia semejantes demostraciones arriesgando su vida, nunca encontré respuesta, hasta que un día me atreví a preguntarle, su respuesta, fui un torero frustrado porque no tuve apoyo de nadie.

Hoy “Pacho Templete”, muestra sus grandes dotes de torero allá en ese otro mundo.

Por suerte fui testigo, porque viví esa época tan linda con intensidad, muchos eventos los viví, hoy los siento y los recuerdo con alegría.

Roberto “el Doctor Marihuana”
Era un hombre pulcro, muy bien vestido, de saco, corbata y de una espesa y negra barba.

Cada vez que pienso en él,  siempre mi inteligencia olfativa me trae recuerdos olfativos, el olor a libro abierto, el que quienes tienen la pasión por la lectura lo recordaran, hoy me huele a páginas, a recuerdos, a cultura y a conocimiento. Ese precisamente era Roberto.

Nunca supe si era médico, filosofo, astrónomo, psicólogo o un sin-número de conocimientos, de hecho, lo que le preguntábamos, él lo sabía, casi sin lugar a equivocarme creo era médico, pero también un extraordinario filósofo, seguramente en esa época era mi ídolo, aprendí la pasión por la lectura y la filosofía.

Roberto, era ateo, pero no agnóstico, contradictorio tal cual el personaje.

El señor, era otro personaje de nuestro vecindario, diferente a Pacho Templete”, aunque ambos eran callados, con muchos hechos, pero con pocas palabras.

A Roberto solo lo dañaban dos cosas, la lectura excesiva y la marihuana, esta mezcla hizo que Roberto enloqueciera un poco por la mañana, a medias en el medio día, un poco en la tarde y se descarriaba del todo en las noches, pero no en todas, había ciertas noches del mes que, al pobre del Roberto, se desempataba del todo, al filo de la media noche, cambiaba de indumentaria, se desnudaba, se cubría desde la cabeza, cual si fuera un beduino con una sábana blanca, parecía iluminar la oscuridad de la noche, resaltaba cual alma en pena o fantasma en agonía, su alma divagaba entre el ateísmo y el cristianismo.

Caminaba dos o tres cuadras hacia arriba y hacia abajo, predicando la biblia y gritando a viva voz que él era Jesucristo, representante de Dios en la tierra, así nos entretenía hasta las tres o cuatro de la mañana.

Al día siguiente retornaba su cordura, libros, café, sabiduría y marihuana, cuando salía a descansar caminaba y caminaba, siempre desandando los pasos de la noche anterior.

Luego lo perdimos como vecino, creo se fue a vivir por la calle 54 entre La Pista y La Miranda.

Hoy predica la biblia en otro mundo, seguramente le predica a Pacho Templete” y a Álvaro Ocampo “La Pulga”, éste juega fútbol en ese mundo, para que Roberto y Pacho lo vean; y en su descanso Pacho le saca suertes con su viejo periódico a las almas de los bovinos, se divierten tal cual lo hicieron en este mundo.