Buscar este blog

6/2/17

Nostalgia invernal

Por estos días de cruel invierno, de ventiscas y de niebla, llegan a mi mente recuerdos de infancia y adolescencia en medio de la niebla que golpea y acaricia suavemente mi rostro, recuerdo mis días de escuela con todas sus anécdotas y pilatunas, mis días de colegio, mis amigos del alma, extraño sus risas, extraño el olor a tinta, a cuaderno, extraño los educadores de la época.

Pero siempre  todos los inviernos nos producen melancolía porque la niebla tiene un banco de recuerdos que viajan con ella hacia lugares desconocidos, inunda todos los rincones del alma hasta reventarlos en un sin número de vivencias.

Por fortuna vivo cerca donde nace la niebla, se puede decir que soy su hijo consentido porque siento sus caricias, desde muy jovencito cuando desandaba las calles de nuestro amado pueblo en compañía de mis amigos del alma, recuerdo aun esas largas discusiones alrededor de un tema cualquiera en los cuales nos creíamos expertos, éramos unos sabios, hoy  lo pienso bien, no sabíamos nada, eran solo arrebatos de muchachos con una inmensa gana de sabiduría y de aprendizaje.

La niebla desde siempre ha sido comandada por duendes, directores de travesuras, hacedores de realidades y de mitos, testigos de sucesos montañeros y pueblerinos, heridos por las balas asesinas de los violentos pero firmes en su paso creativo de pinturas y paisajes, los que hacen aparecer y desaparecer por arte de magia con la velocidad del viento amigo, nacido también en las montañas, refrescando el hermoso paisaje vallecaucano; cuando pasa por Mosul cambia inmediatamente la velocidad en la formación de los cuadros, pinturas  y paisajes, todo se hace más lento, se ha transformado en neblina, ahora sus directoras son las dulces  hadas que viajaban a la saga, esperando la claridad para dirigir la neblina y darle otro matiz a la cotidianidad, las aves se alborotan y en su cantar dan vida a los manantiales, a las flores, a las hermosas mariposas, dan vida a  la vida,  sus suaves risas  son el preludio de un buen augurio. Dirigen la neblina hasta el parque Uribe, refugio de aves y de nostálgicos recuerdos; continúan conduciendo la neblina por la calle Real, dejando su ternura en cada rincón, hasta terminar en el parque La  Concordia, lugar de reunión y de comunión de duendes, de hadas, de El Mohán, La Patasola, La Llorona, El Pollo Maligno, lugar de encuentro de todos los sevillanos, de los vivos y los muertos, de los muertos que están vivos, de las almas y espíritus que quieren vivir porque están  en la plaza La Concordia en Sevilla la del Valle del Cauca, Colombia.

De otro lado y con vientos de Occidente, llega la niebla cargada de recuerdo violentos de la Cordillera Occidental, cruzando por el río Cauca, comandada por el majestuoso Mohán, asustando a los rivereños, pescadores que en oscuras noches sienten su presencia, sus lamentos y quejidos, a los canoeros que esculcan el rio en busca de arena, que luego será vendida para obtener unos pocos pesos con los cuales podrán sostener sus familias y algo que les quede para el guaro y la rumba. El Mohán conduce la niebla hasta el piedemonte de la Cordillera Central, metiéndose por los ríos y riachuelos que desembocan al río Cauca, allí también los vientos son más suaves, convirtiendo la niebla en espesa neblina, cambia automáticamente de conductor, ya se escuchan  los lamentos de La Llorona en busca de su hijo perdido y del eco atenuado de el paso ensordecedor de La Patasola, patica que  quizá perdió en la estúpida y violenta guerra partidista que vivió nuestro país, o tal vez su espíritu divaga en busca de una muerte digna por haber perdido su patica, o por algún castigo de un desalmado colonizador o tal vez en las guerras indias de las tribus prehistóricas del Valle del Cauca; El Pollo Maligno les secunda el coro con su piar en busca de incautos que se dejen despistar para embolatarlos cual juego de niños.

Cuando la niebla venida de Occidente llega al  Balcón del Valle, Sevilla  se viste de gala, espanta las chicharras de verano que en La Concordia son por miles, las que con su agudo silbido  le suman alegría a los visitantes que a diario se sientan a contar sus historias y sus penas, todos duendes y hadas, muertos y vivos, almas en pena y espíritus chocarreros, esperan los míticos visitantes, la música inunda  el pueblo, hay fiesta, en La Concordia, se reúne Sevilla y sus recuerdos, duendes y hadas en gran algarabía, porque llego El Mohán y transforma su amargura en alegría, La Llorona encuentra a su hijo perdido, La Patasola recupera su patica y empieza a bailar,   El Pollo Maligno ya no es maligno se transforma en paloma, dejando en cada vuelo un mensaje de libertad y de paz, de alegría y de calor humano; este fenómeno solo ocurre en la plaza  La Concordia de Sevilla Valle del Cauca, Colombia.


jairvalenciagaspar@yahoo.es