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4/11/15

Álvaro Ocampo “La Pulga”

Hombre de nuestra entraña, gran ser humano y  extraordinario futbolista.

Vivía al lado de la cancha, pasando el puente colgante de guadua que existía para cruzar la quebrada de San José, por la Bomba Cody, podría decir que también vivía en los bajos de Juanita La Loca y Juanita vivía con doña Isaura Cardona, la única vivienda que existía al otro lado del puente; cuando se cruzaba el puente, el camino se dividía en dos, uno hacia la cancha, el otro bordeando la quebrada no llevaba a la casa de Tito, padre de Álvaro y del profe Osmar;   Juanita, la bella y noble ancianita, con su bata negra y larga, se sentaba en el planchón de la Galería; en un principio nos causaba miedo, pánico y hasta terror, pero cuando fuimos creciendo junto a ella, le perdimos el miedo  y de allí en adelante fue nuestra abuelita, la hacíamos respetar  a como diera lugar, a los puños si fuese necesario.

Tuve yo la fortuna de crecer al lado de “La Pulga”, ver su exquisito futbol que nos regalaba en las tardes domingueras, su potencia, su vitalidad, su energía y su maestría, tal vez igual o mejor al maestro Jairo Arboleda, volvían el balón como un corozo y hacían ver el futbol tan fácil que todos queríamos imitar.

Recuerdo cuantas tardes, mañanas y días que quemábamos al lado de Alvarito tratando de quitarle el balón en los improvisados partidos, entre otros al larguirucho de Gabriel Giraldo Arias, a los hermanos Gaviria, Jorge y Juancho, y a toda la muchachada de la época, no le veíamos una sola, el pobre Gabriel era el que más sufría, pues por sus largas piernas siempre le hacía caños (túneles), no sé, tal vez por esa razón fue que Gabriel  fracaso en el futbol, se retiró para dedicarse al atletismo y ser un triunfador en él.

Me enfrente contra Álvaro  dos o tres veces en partidos de campeonato, a veces me paraba en la cancha para verlo jugar, recogía cuatro o cinco contrarios a su alrededor incluyéndome algunas veces a mí y en un exhalar nos hacia una finta pintoresca y nos dejaba a todos boquiabiertos, exhalaba un enorme y violento suspiro acompañado de un uuuchhhh y una enorme risotada se dibujaba siempre en su boca, parecía que quisiera exclamar la muy mentada voz taurina de oleeeee.

Su exquisito futbol lo llevo a Deportes Sevilla, donde nos regaló tardes dominicales de su extraordinario futbol y seguidillas de triunfos en nuestra cancha y en diferentes estadios del Valle del Cauca.

De allí se catapulto en prueba a equipos como América,  pero por la proximidad fue al Deportes Quindío, luego al Deportivo Independiente Santafé, donde jugo en el equipo profesional por unas temporadas, por esas cosas de la vida y como un buen crack, desafortunadamente le toco abandonar su carrera deportiva como futbolista, regresando a Sevilla a continuar jugando  partidos sin trascendencia para su carrera, en equipos de poco trayecto hasta abandonar el futbol. 

Al final ordeno su vida y se convirtió a una de tantas religiones, hasta que el año pasado murió, entrego su cuerpo a la tierra, pero allá en otro lugar del tiempo y del espacio nos espera  a Gabirel, a  los hermanitos Gaviria, a los hermanitos Bastidas, a los hermanos Valencia, a Coco-Viejo, a Coche, y a una interminable lista de personajes que pasaron por la cancha  del COGESAN: claro que ya debe haberse encontrado con doña Josefina, recuerdo que a la pobre le apagábamos el fogón de un balonazo y sus arepas fritas, empanadas y salchichón de perro que nos vendía, volaban por el aire muchas veces hasta estrellarse con el muro de don Humberto Marín, padre de Humberto, arbitro oficial, junto con Fabián Ordoñez, hijo de doña Josefina nos pitaban los partidos, este par me expulsaron en sendos partidos, por la calentura que se vive dentro de ellos, ahora comprendo a Neymar, en el partido contra Colombia.

Si hoy hiciéramos un comparativo de Álvaro con algún jugador del futbol profesional colombiano, incluso de la selección Colombia  ninguno le daría la talla, creo que quienes vivimos esa época o los que lo vieron jugar están de acuerdo conmigo. 

Pero aprovecho y no  puedo dejar pasar esta ocasión, para hablar de La Galería y de algunos personajes, porque son recuerdos que se van hilvanando y que tienen muchísimo que ver con estas historias nuestras, por ese sector de Sevilla nacimos, estudiamos, hicimos pilatunas, nos enamoramos y nos formamos por nosotros mismos y por los personajes que aparecen en esta historia, porque de ellos nos nutrimos como hombres trabajadores y de bien, fueron un muy buen ejemplo para la muchachada de la época, además porque en ese sector trabajamos, recuerdo a “La Pulga” llevando domicilios, cuando no le ayudaba a su padre Tito en la zapatería o ayudándome a mí a vender gazapos y gallinas,  en el planchón de La Galería, estos personajes trabajaban allí, cuando nuestra Galería era pujante, con vida propia, se conseguía de todo, verduras y al comando de ellas, “El TIGRE”, padre de Gustavo Gallego “Mamoncillo”, era impresionante el surtido que tenían, los domicilios los hacían en enormes canastos de mimbre, los cuales los cargaban en la espalda, personajes que eran como coteros, se colocaban un poncho en sus cabezas para luego pasar la correa de cabuya por sus frentes, para soportar la pesada carga que llevaban o a los carros o a las propias casas.

La carne,  el queso y la mantequilla los envolvían en hojas de vihao, no como hoy que las empacan en bolsas plásticas, las que atentan contra la salud del ser humano.

En la sección de granos estaba “El Antioqueño”, un  flaco y enorme señor de  bigote y sombrero de alas anchas, con guarniel cruzado, un gran señor, formalísimo y cuentero, nos entretenía muchísimo con sus historias, el quedaba en la parte interna de La Galería  por La Pista

Por la calle 58 y en la parte externa de La Galería estaba el señor Barreros  (Granero El Titán, allí en la puerta de su granero un sábado, mataron a la señora Laura Salazar, dueña de la finca Las Mirlas, sitio de reunión de la chusma como la llamábamos en esa época), papá de  la señora Miriam Barreros, también por allí mismo tenía su granero do Abelardo Zapata; todos ellos y muchos que se escapan de mi mente, recuerdo que el grano lo empacaban en bolsas de papel, bien fuera en medias libras, libras, kilos, puchas o cuarterones, tenían unos cajoncitos de madera, los que llenaban y luego rasaban con una pequeña tabla.  

Hoy esa bella historia que todos los sevillanos escribimos y forjamos desde cualquier frente, se ve truncada en la realidad, mas no en los sueños, porque espero que antes de irme a jugar el partido final con Álvaro y los parceros de mi época, allá donde no hay ni tiempo ni espacio, podamos ver  a la Sevilla De Mis Amores,  como el municipio pujante, inteligente  y verde de Colombia.

Todos estos personajes contribuyeron al progreso de nuestra tierra amada, Sevilla, Valle del Cauca, Colombia, y se han perdido en la historia, cuando entre todos forjamos la Sevilla de hoy, sé que olvido a muchos de ellos, así como a muchas historias, a propósito esta pequeñísima historia la escribí a petición de mis amigos Gabriel Giraldo Arias y Tobías Bastidas, a ellos mil gracias por refrescar mi memoria y en ella mis recuerdos. 

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