Rafael
“el loco”, el que siempre estuvo buscando su amor platónico, a La Gaitana heredera legitima
del cacique Calarcá y los tesoros
perdidos del Rey Quimbaya (al parecer
y según las últimas versiones del señor Álvaro
Pineda, ya fueron encontrados en la ciudad de Cajamarca, por unos ladrones barbaros, destructores de
eco-sistemas llamados Anglo
Gold Ashanti (AGA9); a este pobre
hombre le alimentaban sus fantasías en los juzgados, el amigo Oscar Salgado, el popular “Ñique”
y compañía, además Rafael mantenía mucho en el Palacio Municipal, donde hacia las escrituras de sus fantasiosas
propiedades, en la notaria de don Pedro
Almanza o donde don Pastor Valencia.
Recuerdo que una oportunidad, “Ñique”
lo mando a buscar sus tesoros en la Bomba
Cody, propiedad de mis padres, en el solar de la casa que quedaba contigua
a la estación, mi padre tenía 10 o 12 cajones con abejas y sus respectivas
alzas, Rafael llego directo a los
cajones de abejas; por casualidad yo estaba por allí, después de hablar con él
por largo rato, tratando de convencerlo que los tesoros estaban ocultos en la
azotea del Palacio Municipal, pero no
me creyó, el bandido del “Ñique” le
había elaborado un mapa, Rafa se
dirigió hacia las abejas, le seguí advirtiendo
que allí no había oro ni plata, que lo único que conseguiría sería una picadura
de abejas, así fue, tremenda carrera primero él y después yo, el pobre sufrió
lo peor, menos mal que no era alérgico, pero que se llevó sus piquetes, se los
llevó.
Después de esa carrera tan
hijueputa, corriéndole a la picadura de
un enorme enjambre de abejas, nació mi afición por el atletismo, claro que
también influyo nuestro orgullo y campeón Sevillano Gabriel Giraldo, lo veíamos pasar todos los días con su uniforme,
unas veces azul, otras verde, entonces la muchachada del vecindario salíamos a
hacerle compañía, a darle vueltas al campo, mis pareceros Arbey
y Tobías se pegaban al parche y
empezaba la fiesta del movimiento de piernas, nuestro amigo Gabriel con unas flacas y enormes
piernas, las nuestras bien pequeñas, él ni fumaba ni bebía, nosotros
empezábamos en esas lides. Y
arrancábamos, mientras Gabriel daba
tres zancadas y avanzaba cuatro metros, nosotros dábamos dos y avanzábamos un
metro y así en esa proporción, cuando iban 20 minutos yo tenía que salir
asfixiado, morado y sin oxígeno, mis amigos Arbey
y Tobías seguían insistiendo
tercamente en tratar de dar alcance a Gabriel,
lo cual era imposible, más bien a veces parecía una carrera de postas porque él
nos alcanzaba y nos pasaba continuamente, hasta que terminaba el entrenamiento
y dice mi amigo Tobías, que cuando Gabriel les cogía tres vueltas les había
ido muy bien.
Así transcurrían nuestras vidas
de atletas, pero un día comprendí que yo
era fondista, y donde era tenía que entrenarme, y empecé a salir del campo hacia El Alto de Carangal, y fui
tan verraco que subí a mi objetivo pero en carro y de regreso también en carro.
El atletismo de largo trecho era para varones y yo no digo que no lo sea pero
renuncie.
Me dedique a los cien metros
planos, allí me fue mejor, gane en algunas oportunidades a unos amigos míos,
uno era cojo y el otro un gordo al que llamábamos tonelada; pero les gane.
Todo esto del atletismo, me recuerda a los exámenes finales de
educación física con don Cesar Augusto Ramírez,
hombre recio, retirado del ejército y con ínfulas aun de disciplina militar, incluidas las armas y
los deportes fuertes como el Boxeo y el Hándbol
(deporte al que por demás le debo una desviación del tabique, chorros de sangre y ojos morados, resulta que
era una guadua, de ella un lazo amarrado en la punta y al final un balón
parecido a una pera o tal vez como un balón de Fútbol Americano, bueno, el juego
consistía en enrollar la cuerda con el balón, dos equipos y una raya
divisoria). Que deporte y que hijueputas golpizas nos metíamos entre los
amigos, a los más altos no les alcanzábamos la cara y los golpes iban o al
estómago o la cumbamba; cuando se acababa el juegos todos éramos amigos, lo
llamábamos lealtad. Para cumplir con las calificaciones, el profe nos hacía darle vueltas a al municipio, nos
acompañaba una o dos vuelta en una destartalada moto, de uno de esos lambones
que habían en cada salón, ya ni recuerdo de quien era, después de la segunda
vuelta, él se parqueaba por ahí en cualquier tienda, donde el pudiera disfrutar
de unas heladas cerveza y mirarnos pasar, en esa época, de guevones no teníamos
nada, porque conseguimos un carro que nos daba la vuelta, cuando íbamos a
llegar nos bajábamos, pasábamos trotando y a los metros volvíamos a montarnos.
Mis amigos Gabriel y Tobías continuaron en el atletismo, Gabriel un triunfador, orgullo sevillano,
el dio inicio a una larga lista de atletas que han sido campeones, incluido su hermano Julián Giraldo (Q.E.P.D.), ambos con una larga trayectoria de
triunfos, marcas nacionales y triunfos suramericanos, Julián entre los cinco mejores de la maratón de N.Y, el cual fue su
sueño, pero desafortunadamente no pudo ganarlo, orgullos de nuestro Balcón del
Valle, muchísimos triunfos en sus
piernas, pero muy poco reconocimiento de la sociedad Sevillana, especialmente
de las fuerzas políticas de nuestro pueblo. Ejemplo fueron para las futuras
generaciones, labradas en el hoy en cabeza de mi gran amiga Bertha Oliva Sánchez, la cual tiene una gran cosecha de triunfos en
todos los niveles, además una nutrida escuela de atletas con tan poca o ninguna
ayuda, cuando tienen que competir en otras ciudades, tienen que vender unos
bonos para ayudarse, es penoso pero así es.
Con mis amigos Tobías y Arbey, perdimos contacto, hasta que un día encontré a Arbey, ya tenía una fábrica de
instrumentos musicales, hoy los produce para “El Festival Mono Núñez”,
además son instrumentos musicales de exportación.
En un festival Bandola, le hicieron un lindo homenaje
al maestro Tobías Bastidas, apenas me
enteraba yo que mis amigos retornaban a su tierra, cargados de triunfos; fundador del Festival de Música Andina Para Niños, “El Cuyabrito De Oro”, hoy va
en el 14avo festival, organizador del “Concurso Duetos Hermanos Moncada”, además rasga el tiple, la guitarra y la
bandola como los mejores, compositor de más de una docena de bambucos, gran amigo y colaborador de Fausto, el cantante.
A ellos un millón de gracias
por ser orgullo nuestro, sé que Sevilla cuenta con ellos.
Y yo me quede juntando letras,
pegadas a eso bellos recuerdos que a veces se aglutinan en mi alma y me arrancan lágrimas de nostalgia o, a
veces y de alegrías
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